martes, 28 de febrero de 2012

Grandes secundarios para otra burda comedia gamberra

Los américanos es lo que tienen. Llevan una temporada haciendo comedias gamberras, resacosas, de las de toda la vida de Dios, pero ahora pretenden dárselas de cine independiente o de otorgar a sus guiones un humor inteligente. No negaremos que a lo largo de todo el film no haya ninguna frase o situación que arrebate una leve risa, pero la mayoría de chistes están clichados y recreados en la obscenidad y la grosería hasta el límite de perder el toque de aquello a lo que muchos llamamos humor para rallar en lo soez.
He de decir que la cinta se salva gracias a la participación de los fabulosos secundarios, a pesar de estar demasiado caricaturizados y plagados de histrionismo y afectación innecesarios (especialmente el de la pervertida Jennifer Aniston).
La crítica etiqueta a la película de "comedia negra" y, realmente, no lo es en absoluto aunque parece que cumpla con todos los requisitos. No deja de ser una comedia gamberra y resacosa típica américana, de esas que tanto nos sacan de quicio a los europeos amantes del buen cine, pero de todo tiene que haber.
Este film tiene cosas graciosas, por supuesto, pero sobran la mayoría de tacos y tantas redundantes explicaciones sobre bromas absurdas que no sé como no se dan cuenta de que habrían de cambiar de registro de una vez por todas (todavía no alcanzo a entender que haya hecho falta la participación de tres guionistas para esto).
Secuencias mecánicas como las del "desliz" con el alijo de cocaina, no me parecieron desternillantes pero sí suficientemente cómica como para reírse un rato (pretendiendo emular a la intocable e incomparable El gran Lebowski sin llegarle a los talones).
Por lo demás, intento sacarle algo bueno a esta película y, como ya digo, me ha resultado graciosilla alguna frase, alguna situación pero, nada más. No deja de ser otra burda comedia gamberra.
besazos!
         Marina

jueves, 23 de febrero de 2012

Feliz cumpleaños, Laura

Tengo una amiga que es una princesa pequeña, de pelo oscuro y ojos risueños. Así la conocí y así siguió siendo a medida que nuestra amistad se fue forjando. Hace tiempo que nuestros caminos divergieron de manera casi irremediable, sin que ella ni yo nos diéramos cuenta, aunque, al mismo tiempo, cada vez sentíamos más distancia entre nosotras. Sus círculos son distintos a los míos, nos movemos en lugares diferentes y ya hace mucho que a duras penas hablamos, pero sé que hay un vínculo fuerte, invisible pero latente, que me sigue uniendo a ella de forma irremisible, haciendo que cada día recuerde su risa y su voz amiga.
La conocí hace casi seis años, un día en el que yo estaba bastante desubicada, en un sitio desconocido donde ella me tendió la mano para que no me perdiese ni me sintiera sola.
Esta princesa pequeña, de pelo oscuro y ojos risueños, hizo que desde el primer día la quisiera muchísimo, tanto que la consideré esencial en mi vida y, al año siguiente, fui almacenando y guardando recuerdos instantáneos de nuestros rostros sonrientes en pequeñas fotografías, dispersas en los rincones más especiales de mi habitación.
La princesa pequeña, de pelo oscuro y ojos risueños siempre iba de lila, amaba los animales, tenía una perrita adorable y la habitación llena de peluches y fotografías como las mías. Todas sus cosas eran lilas y alegres, su cara y su voz eran alegres, pero lloraba muy a menudo, cuando la hacían sufrir o cuando veía sufrir a alguien. Yo he llorado con ella, la he visto mirarse acomplejada en un espejo deformante, sin comprender que su belleza deslumbraba en todos los sentidos. Todos somos diferentes, cada sonrisa es un mundo y cada rostro y cada cuerpo son un universo distinto y complejo. La he visto dejar de comer, volver a comer, beberse litros de agua en dos segundos, romper a llorar, abrazarme, comprenderme, consolarme a pesar de ser ella la que más dolor tenía dentro, sin que nadie lo notase...
La princesa pequeña, de pelo oscuro y ojos risueños se puso bien, tenía unos amigos especiales (y los tiene) que nunca se han separado de ella, que la quieren y la admiran por su calidad humana y su compañía insustituible. Su lealtad y su cariño son algo que guardo en una cajita, como un tesoro que contemplo cuidadosamente todos los días, recordando cada cosa, cada momento en el que hemos crecido un poco más por fuera y por dentro, pasando de adolescentes de catorce años a mujeres de veinte. Es increíble lo rápido que parece haber pasado todo desde aquella primera sonrisa. Somos distintas pero a la vez somos iguales. Hay un punto de ternura y comprensión que nos une y que nadie podrá romper jamás. Ni la distancia, ni el silencio, ni los meses sin hablar nos harán dejar de sentir lo mismo.
Quiero agradecer a esta princesa de cualidades únicas que me dejara entrar en su reino, que me abrazase como a una hermana y que me dejara quererla del mismo modo. Gracias por estos años de cambios, de crecimiento personal, de amistad inmejorable.
Fue una niña adorable y siempre conservará esa capacidad de ser niña a pesar de haberse convertido en una gran mujer.
Sé fuerte, yo estaré a tu lado. Te quiero.


Marina

lunes, 13 de febrero de 2012

Amanece en la ciudad enferma

Esos lugares de imágenes entrecortadas y sudor ajeno que tanto anheláis tras una noche entera desposeídos de vuestras facultades psíquicas... Esos lugares de enfermedad frenética, de cáncer en polvo y servido en bandeja para todos los que han pagado por una muerte ciega y sellada a fuego en la muñeca. Esa cámara de gas donde todos nos movemos sin vernos ni tocarnos, como si viéramos una película desquiciada por el tiempo y adulterada por nuestro cerebro moribundo. Es un lugar diseñado para acabar de aniquilar las almas con una dosis de perfidia de pureza asesina. Es un lugar para mentes dormidas y cuerpos despiertos, para muertos vivientes en un sueño del que no saben si llegaran a despertar o del que sólo cabe esperar un sueño más profundo aún. La noche del estupefaciente sexual, la calle de los fantoches, los esperpentos de sucio esparto preparados para la farándula, en plena apoteosis y somnolencia. La noche está tendida a lo largo del sueño. La mirada intoxicada de una niña de largas piernas y suave cabellera refleja el frenesí y la muerte prematura aguardando a las puertas de la noche.

Hablando de la realidad de la noche: ¿tenemos acaso miedo de despertar y darnos cuenta de que no nos amamos? Prolongar la nocha más allá de la mañana para no dormir y despertarnos y saber que el mundo sigue tal y como lo dejamos el día anterior. Pánico a saber que hay después de la droga mortal que juega entre nuestro cuerpo y el vuestro. Sueños muertos en la noche abierta y fría, el amanecer moribundo y estéril que nos deja desnudos y solos. La mentira disfrazada y herida por nuestra estupidez enfermiza. ¡Despertemos de ese sueño! ¡No caigamos en ese sueño!

No me llama nada esta película, pero me gusta mucho el trailer.

jueves, 2 de febrero de 2012

Qué divertido es jugar a ser mayor

Es extraño cómo, a veces, la mente nos juega malas pasadas. Ayer encontré un diario que yo solía escribir (al parecer, pues ni lo recordaba) cuando tenía unos siete años. En sus páginas hablaba de cosas bastante corrientes y, por qué no, bastante espontáneas. Resulta que estoy leyendo un libro que me regalaron hace tiempo: Jane Eyre de Charlotte Brontë. El libro es genial, todo hay que decirlo, pero, a lo que iba, que es curioso cómo he encontrado similitudes entre los recuerdos de la infancia de Jane Eyre y los míos (salvando las distancias, está claro. Yo no era huérfana ni vivía con mis tíos ni me mandaron a un internado para niñas descarriadas). El caso es que yo fui a un colegio británico y siempre fui bastante contestona. No soportaba la educación estricta de los ingleses ni a los alumnos predilectos ni todas esas chorradas. Yo jamás fui una alumna predilecta, y me alegro de ello. Los alumnos predilectos no tienen personalidad. 
Miss Judd fue mi profesora de Year 2, lo que en el sistema educativo español equivaldría a primero de primaria (Year 1 debía de ser como una especia de "post preescolar"). 
Yo debía tener unos cinco o seis años y había encontrado jugando en el patio una goma elástica sucia y vieja. Pero qué feliz era yo con aquella goma. Cuando entramos a clase, Miss Judd nos hizo sentar en la alfombra para leernos un cuento sobre los habitantes de Marte. A mí no debía de interesarme demasiado porque me pasé el rato jugueteando con mi goma preciada. Yo era una niña muy fantasiosa y supongo que aquella goma debía de ser muy especial o significar algo importante en alguno de mis juegos. La dichosa profesora me vio y montó en cólera en cuestión de décimas de segundo. Instintivamente, me guardé la goma en el bolsillo. La bronca consecuente fue como leeréis a continuación, más o menos (La escribiré en inglés para que os pongáis en situación):

Ella: What on Earth is that?
Yo: Eh...(sacando temerosa la goma de mi bolsillo)
Ella: Put it in the dust bin. 
Yo: But...it's mine. 
Ella: Put it in the dust bin!
Yo: But, Miss Judd, it's mine, I found it when...
Ella: I said put it in the dust bin, you naughty girl!
Yo: Yes, but I found it and it's mine, it's not fair...(Caminando hacia la papelera con indignación).

La muy bruja de Miss Judd casi se abalanzó sobre mí, me agarró del brazo con fuerza, echaba chispas por los ojos, tiró de mí y me arrastró a un rincón donde toda la clase (que permanecía sentadita en la alfombra, observándome con ojos indiferentes algunos y otros burlones) podía verme. 

Ella: AND NOW SIT THERE!

Estuve toda la hora de clase sentada en aquel rincón del demonio, con la cabeza sobre las rodillas. Cuando sonó el timbre de recreo, todas las cursis de las niñas salieron en grupitos y los niños en estampida. Nadie reparó en mí. Una mano se posó sobre mi pelo revuelto y levanté la vista: era mi amigo Javi, siempre igual de bonachón. Era grandote, pálido y algo pecoso. Tenía los ojos grandes y risueños y los mofletes adorables. Salí a jugar con él, con mi querida tocaya y mejor amiga y con Carlos. Carlos era un niño peculiar. Era el mejor amigo de Javi. Era alto, escuálido y un poquito cabezón. Le consideraba un amigo, me reía mucho con él pero el pobre tenía un serio problema: Su madre tenía la costumbre de embadurnarle la cabeza con vinagre y pasarle el peine como si de gomina se tratase. "Para repeler a los piojos" decía él, "y a las personas" pensaba yo. Lo cierto es que hasta los profesores hacían referencia al olor característico del pelo de Carlos. Pobrecito, era majo. 
Ese día no sé que ocurrió en el patio que me molestó mucho y se lo hice saber a Carlos, ya que había sido el causante de mi molestia, llamándole ensalada andante. Se puso furioso y me dio un empujón. Yo le di otro. Nos enzarzamos en una pelea y acabamos rodeados por medio colegio. Nos separó alguien, un profesor. No sé cómo acabó él, pero yo acabé llena de arañazos y con enganchones en el jersey (Sí, Carlos arañaba, como las niñas. Pero ya os digo que era un buen tipo). Me castigaron a mí. Técnicamente yo había empezado la revuelta llamándole ensalada andante. 

Fue una época difícil la infancia, pero realmente ahora lo recuerdo casi sin matices, como una amalgama desordenada de cosas bonitas y feas y de sensaciones que sólo puedes experimentar cuando eres pequeño.