viernes, 27 de enero de 2012

Benditos libros, bendita experiencia

Ya que hemos empezado hablando un poco de cine, hablemos un poco de la industria (de la industria del cine, quiero decir). 
No voy a entrar en materia muy a fondo, sólo diré que mi "crisis de fe" en la industria cinematográfica comenzó la tercera o cuarta vez que leí mi adorado El guardián entre el centeno de J.D Salinger. Aquel que no lo haya leído, mal hecho. Es un libro que todo el mundo debe leer, tarde o temprano. La adolescencia tardía es un buen momento, para después seguir releyéndolo una y otra vez, marcándo páginas y más páginas hasta que casi memorizas el libro entero. Es maravilloso. A continuación os citaré unos cuantos párrafos para que comprendáis a qué me refiero. Lo cierto, es que no ha sido el único ni el último libro que me ha hecho reflexionar sobre mis aspiraciones en la vida. 
En esta ocasión, Holden Caulfield, el joven protagonista, nos habla por primera vez de su hermano mayor más o menos así: "Acaba de comprarse un Jaguar. Uno de esos cacharros ingleses que se ponen como a trescientos kilómetros por hora [...] Ahora tiene un montón de pasta. Antes no. Cuando vivía en casa era sólo un escritor normal. [...] Ahora está en Hollywood, prostituyéndose. Si hay algo que odio en el mundo es el cine. Ni me lo nombren." 

No es realmente el cine como séptimo arte lo que odia en sí, sino toda esa frivolidad, esa prostitución propiamente dicha, ese "firmamento de estrellas" que han vendido su alma. De hecho, al protagonista le gusta disfrutar de una buena película con su hermana Phoebe, pero el pobre siempre acaba viendo bodrios insoportables. A propósito, citaré una de mis partes favoritas del libro en la que describe una típica película barata producida en Hollywood a finales de los años cuarenta. Realmente dudo que esa película exista de verdad pero, es tan tópica que podría, perfectamente... He llegado a llorar de la risa leyéndolo: "Cuando acabó la cosa esa de Navidad, empezó la maldita película. Era tan horrible que no podía apartar la vista de ella. Trataba de un tío inglés, que se llama Alec no sé qué, que va a la guerra y pierde la memoria en el hospital y todo eso. Sale del hospital con un bastón y luego se patea todo Londres cojeando sin saber quién demonios es. Es un duque, pero él no lo sabe. Luego conoce a una chica muy inocente y muy sincera que está subiendo a un autobús. El viento le vuela el maldito sombrero y él se lo recoge y luego suben arriba y se ponen a hablar de Charles Dickens. Es el autor favorito de los dos. Él lleva un ejemplar de Oliver Twist y ella también. Como para vomitar. Bueno, pues se enamoran enseguida porque a los dos les chifla Charles Dickens y él la ayuda a llevar una editorial que tiene ella. Es editora. Sólo que no le va muy bien porque su hermano es un borracho y se gasta toda la pasta. Está muy amargado, el hermano, porque era médico durante la guerra y ahora no puede operar porque tiene los nervios hechos polvo, así que bebe todo el tiempo, pero es muy ingenioso y todo eso. Bueno, pues Alec escribe un libro y la chica se lo publica y los dos ganan con él un montón de pasta. Van a casarse cuando aparece otra chica, Marcia. Marcia era la prometida de Alec antes de que perdiera la memoria y le reconoce cuando le ve en una librería firmando libros. Le dice a Alec que es duque y todo eso, pero él no la cree y no quiere ir con ella a ver a su madre ni nada. La madre ve menos que un murciélago. Pero la otra chica, la inocente, le obliga a ir. Es muy noble y todo eso. Así que él va. Pero no recupera la memoria ni cuando su gran danés se le tira encima, ni cuando su madre le la pasa los dedos por toda la cara y le trae el osito de peluche que él llenaba de babas cuando era pequeño. Pero luego unos niños que están jugando al criquet le atizan en la cabeza con una pelota. Entonces él recupera de golpe la puñetera memoria y va y le da un beso a su madre en la frente y todo eso. Pero entonces empieza a ser duque de verdad y se olvida de la chica inocente de la editorial. Les contaría el resto de la historia, pero si lo hiciera podrían vomitar. No es por no estropeársela ni nada de eso. No hay nada que estropear, por el amor de Dios. Pero bueno, al final Alec y la chica inocente se casan, el hermano se pone bien de los nervios y opera a la madre de Alec para que pueda volver a ver y el hermano borracho y Marcia se gustan. Termina con todos sentados a la mesa desternillándose de risa porque el gran danés entra con un montón de cachorros. Todos creían que era macho, supongo, o algo así. Sólo les digo que no vayan a verla si no quieren vomitar."

En fin, sobran las palabras. Es absolutamente maravilloso todo. Ya iremos hablando más sobre este libro y sobre unos cuantos más.
En realidad estaba hablando de los libros que me fueron abriendo los ojos sobre la Comunicación Audiovisual. Sobre la televisión de Pierre Bourdieu. Se trata de un certero diagnóstico sobre la amenaza que representan las informaciones distorsionadas que emite a diario la televisión. Eso es algo que me supera. Lo fui descubriendo, también, en las asignaturas de redacción periodística, documentación, gestión de la empresa informativa, psicología de la era de la comunicación, sociología, estadística, teoría de la comunicación informativa... (¿Informativa?) Sigamos. Yo, continuaba leyendo libros como La pantalla global de Gilles Lipovetsky y Jean Serroy (Apuntad todos estos títulos si queréis enteraros de algo de lo que ocurre en el mundo). 

Poniendo un punto y aparte a mi corrosiva crítica a la era de la ¿Comunicación? Audiovisual, debo decir, que estos casi dos cursos con los cineastas, como nos hacíamos llamar, han sido estupendos, he aprendido más de lo que me hubiera gustado. Me ha encantado. He disfrutado como nunca en clase de Tecnología de los Medios Audiovisuales, Historia del Cine, Guión Cinematográfico...He leído el libro de Mariano Sánchez Soler (mi profesor de guión y una gran persona): Manual esencial del guión, obra con la que he aprendido, no sólo la técnica para escribir guiones sino a visualizar mis historias y a decir palabras de éstas tan grandiosas: "El guión es la historia hecha imágenes. Planos, secuencias...". Ahora sé que amo escribir y crear historias con toda la seguridad del mundo (Gracias, Mariano). Gracias a Asun Serrano (Tecnología de los medios), porque ahora sé que me encanta la fotografía y porque me ha enseñado a ver las películas desde un punto de vista muy crítico y muy...bonito. Ahora, las películas pueden ser verdaderamente obras de arte (Además ahora adoro un poco más a Kubrick). Gracias a Fran Cerdà por haberme hecho adorar más todavía a Orson Welles y a John Ford. Gracias a todos los que me habéis regalado películas de Truffaut, de Kubrick, de Hitchcock, de Iñarritu...¡Ah! Dato importante que debo añadir: Gracias a todos los profesores que me han confirmado que BILLY WILDER ES UN GENIO. 

Gracias experiencia, vida, amigos que habéis pasado y que os quedaréis, cineastas, rodajes, butanitos, focos, localizaciones, frío, lluvia, viento...¡GRACIAS! ¡Ahora toca seguir viviendo! 

No me arrepiento de nada. Pero lo dicho. Atentos a la industria y no os dejéis corromper. 

Un beso enorme, 

Marina :)

jueves, 26 de enero de 2012

Siempre nos quedará Truffaut

Con esto de haber dejado la comunicación audiovisual (sí, he dejado la carrera) me doy cuenta de que nunca dejas algo del todo, siempre te acompaña si realmente tiene cosas que te han hecho sentir feliz. Truffaut me viene a la mente tan a menudo que ahora mismo recuerdo el día en que me instalé cómodamente en una terraza del centro de Alicante, mirando profusamente la fuente de la Plaza de los Luceros. Pedí un café y me lié un cigarrillo. Era invierno; llevaba mi abrigo largo, mi boina (robada posteriormente por algún fanático de la bohemia francesa), mis gafas de sol y uno de esos cuadernos que acaba apilado con otros similares por los rincones de mi casa. Fue mi primer día de aspirante a flâneur profesional (así no digo flâneur amateur, que queda muy pedante, por no decir cursi).  Escribí pensando en la gente que veía caminando a mi alrededor, los coches ensuciando la música del aire y el aroma de los crêpes que se arremolinaba en mi cabeza recordando las terrazas del barrio latino de París. Imaginé a Baudelaire mirándome desde una esquina con una sonrisa socarrona mientras yo describía lo que creía que pasaba por la mente de una mujer entrada en carnes y en años que cargaba con varias bolsas de supermercado, rebosantes. Un anillo limpio y dorado alrededor de su dedo, el pelo cardado y los pies tan agotados como sus ojos. Una niña volvía a casa con su mochila de flores, tan seguro era que venía del instituto Jorge Juan que esbocé una sonrisa recordando viejos tiempos.
Truffaut me causa fascinación. El sentía fascinación por Hitchcock (tanta como yo, desde luego) y, como una cadena interminable, acabo yo de rodillas entrevistando a ambos directores, a cual en un pedestal más alto...
Me miran con cierta ternura. Truffaut recuerda a Jean Seberg y me lo dice con una sonrisa dulce. Tan dulce como el cigarrillo que acompañó mi café aquel mediodía. Fue hermoso soñar en mitad del bullicio de aquella ciudad sucia y desesperante. Añorar París, a pesar de su tono parduzco, gris y frío, es algo que me abriga por las noches. Blanche, mi parada de metro, cerca de Pigalle...
De vuelta a la realidad, bajando por General Marvá, camino de Maisonnave, me cruzo con un viejo conocido con el que, por algún motivo que desconozco, empiezo una casual conversación sobre la interpretación. De sopetón y sin sentido, le suelto el bombazo que llevo atenazado en la garganta varios días: "Yo soy actriz" Mi viejo conocido sonríe: "Ah ¿sí?" No puedo evitar seguir: "¡De teatro!". Una sonrisa que no me gustó asomó entre sus dientecillos..."Ah...de teatro...".
Reflexionando camino de casa, olvido el indeseable incidente y recuerdo al gatito que se paseaba entre mis piernas en aquella brasserie junto a Notre Dame. Buscaba, relamiéndose, una feliz ocasión de probar mi cena. Es el gato bajo la lluvia del relato de Hemingway. Y tantas cosas pensaba que no pude concienciarme de que había vuelto de París hacía ya bastante tiempo, meses...


lunes, 23 de enero de 2012

De estreno

Hoy estrenamos el nuevo blog. Debo reconocer que eso de llamarlo "Caja de Sorpresas" no ha sido casualidad. Realmente no se me ocurría ningún título mejor para este futuro pequeño desastre con el que espero que disfrutéis. Pues nada, pienso ofreceros unas cuantas escrituras de mi cosecha y alguna pequeña reflexión (eso de la escritura me va mucho, ya lo iréis viendo). Bueno, poco más queda por decir en esta primera nueva entrada. Un abrazo y un cálido saludo de bienvenida a todo el que se deje caer por aquí y deje alguna opinión personal de lo que lee (Me encantará. Intercambiaré impresiones gustosa).

¡Empezamos!